Había una vez un hotel del siglo 19 con una gran sala de teatro. Durante el boom económico, la sala cedió espacio a nuevas habitaciones de hotel. Los viejos bastidores del escenario ya no eran de utilidad. Arrumbados en el desván, soñaban un sueño eterno. Junto con telarañas, servían de perfecto escenario para moradores rastreros y voladores.
Luego de décadas, estos bastidores fueron despertados de su letargo y salvados de la destrucción.
Las otrora puertas, ventanas y columnas tienen un nuevo sentido. Vuelven a vivir, esta vez en el escenario de las emociones.